miércoles, 11 de noviembre de 2009

"El Poeta Viudo"

por Eva Palma

¿Puede ser triste un paisaje?

Cuando el conjunto es armónico, perfecto de luz y color, con esa belleza a un tiempo majestuosa y sencilla que sólo la naturaleza posee… ¿puede producir pesadumbre el campo en verano?.

Cuando el cielo es puro azul y la nube blanca; cuando los árboles airean su sinfonía de verdes; cuando hay un estallido de flores y de mariposas y el sol calienta; cuando cantan las cigarrras y los pájaros; y el río allá abajo…

¿Puede ser triste un paisaje?

Quizá la única nota melancólica la pone una figura enlutada que camina hace rato, más bien vaga sin rumbo por un sendero del bosquecillo. Es un hombre, con el cabello revuelto y el sombrero en la mano, que parece abrumado por un peso invisible. Es joven, es poeta y está triste.

Una noche de verano la muerte entró en su casa y se llevó a su amada, lo que él más quería. Desde entonces su inconsciente la busca por los parajes que, con ella de la mano, recorrió en un tiempo breve y cercano.

-¿Dónde estás?

Ahora se acerca a un árbol en cuyo tronco, como una herida, hay algo escrito. Lo palpa, lo besa, y con los ojos llorosos se interna entre los álamos del río. Arranca con las dos manos grandes puñados de olorosa hierba, con diminutas margaritas blancas que tanto gustaban a ella.

-¿Dónde estás, Leonor, dónde?

El murmullo del Duero es la única respuesta. Y allí queda largo tiempo sentado en el suelo junto al agua, con su soliloquio, con su pena.

El sol empieza a declinar incendiando el horizonte tras las colinas grises. El río se ensombrece y el poeta, lentamente, emprende el regreso. En el suelo, olvidado, queda su sombrero.
Las buenas gentes de Soria le ven llegar, cabizbajo y ausente. Con respetuoso silencio le siguen con la mirada hasta que entra en su casa, que ya no es la misma desde que ella se fue, y que terminará por abandonar en breve.

Ya en el silencio de la alcoba, otrora compartida, sentado en el borde de la cama, se prepara al dormir-no dormir de las últimas noches.

-Pero ¿dónde estás?

Un dolor intenso le hace llevarse la mano al lado izquierdo del pecho… Y entonces comprende, porque al compás de los latidos de su corazón, una tenue vocecilla le está diciendo:

-Estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí…

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