martes, 13 de octubre de 2009

Libro "Memoria surreal de un artista"

“En defensa del libreto: Memoria surreal de un artista del escritor: José Ignacio de Torres-Solanot de Herrera”


Si sois un espíritu fatigado en ansia de reposo, no leais los relatos de José Ignacio Torres-Solanot; su tumulto extraño exasperará vuestras neurosis; en aquel torrente negro como la noche, las estrellas no brillan fraternales, sino como rostros de Menades, vistos en el Antro profundo.
José Ignacio Torres-Solanot, como todos los escritores profundos, es un gran incitador; su mérito mayor aun siéndolo enorme, no está en lo que os dice, sino en lo que os sugiere.
Surrealista nato, y de alta escuela, él os entrega a lo Ignoto, abre con mano violenta las puertas del Misterio, y os hace entrar en él; vuestros ojos ávidos, buscan; y, seguís el alma, se os escapa; como una sombra, borrada en la vetusta palidez de un muro, ella también es un Símbolo.
Y, vuestro Sueño, comienza donde el Sueño del Autor acaba; el último, y más alto esfuerzo del Arte, es este sugerimiento de la Belleza Interior, este Don de poner alas en los espíritus, esta facultad, de abrir en lo desconocido: horizontes incitativos al vuelo.
La complicación ilimitada de la óptica espiritual es privilegio exclusivo de aquellos seres raros y fugitivos, que tie nen en su mano, la antorcha del Artista, esa antorcha inseparable, que termina por arder y calcinar, la misma mano que la levanta en la noche. Esa facultad de hacernos sentir lo que no nos han dicho, y no nos dirán jamás, y, hacernos prosternar, ante el Verbo Virgen, que yace en el labio mudo, es la más alta y la característica aptitud de los escritores profundos, de aquellos cuyo pensamiento vive en la nube vertiginosa del Símbolo, cercano a la tormentosa obscuridad del Misterio. Y, José Ignacio Torres-Solanot de Herrera, posee esa aptitud en enormidad.
El pavor que se siente, mirando ese río de tinieblas que es la prosa Hebraica, os asalta, leyendo la prosa de Torres-Solanot, llena de un espiritualismo vehemente; de un ocre deseo de Infinito, es como un Isaías, sin cóleras, coronado de rosas de Israel. Los nardos de sus prosas os embriagan, os sumen ensoñaciones y añoranzas.
La emoción personal, intensa y dolorosa, se oculta bajo la frase altanera, como el rostro de un hidalgo, bajo el embozo de la capa; pero los ojos, los terribles ojos, obsesionantes del espíritu quedan allí, brillando como soles.


Por Eusabio

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