sábado, 20 de junio de 2009

"Los días que compartimos juntos" de JOsé Ignacio Torres-Solanot

"Los días que compartimos juntos"
Epílogo de Luis Fernando Torres Vicente (Profesor de filosofía)

La misión literaria de José Ignacio no se basa en lo pasajero, se ancla en lo permanente. Ni Genes, Ni Duen des, Ni Musas, Ni Inspiración fulgurante…, pero sí comparte con los grandes de la literatura el anhelo por la perennidad del arte. Frente a la literatura de lo Oscuro, él opone lo claro, lo diáfano, lo sencillo. Frente a la angustia sin respuesta de A. Koesler o Fr. Kafka él opone lo esperanzado y puro (que no puritano). La mirada, gracias a la literatura de José Ignacio se limpia al entrar el agua del manantial de lo mejor del corazón humano. Se filtra lo indecente, por medio de lo decente.Genes no, Genios sí, murmura el agua a cada golpe del remo en su ajetreo continuo; de esta forma, podemos definir la literatura de José Ignacio como un batallar con la espuma de la vida, salada, amarga, o dulce.


LOS GENIOS ESTÁN CON JOSÉ IGNACIO
Paul Valéry:“El primer verso viene de lo divino, todos los demás hay que entretejerlos”
José Ignacio liba el aroma de todas las flores para devolver la alegría al hombre.

M. de Montaigne:“La palabra es mitad de quien la escucha mitad de quien la pronuncia”
José Ignacio transmite el eco de la palabra de muchos corazones.

G. Apollinaire:“Y la eternidad que las hizo nacer (a las celestes bestias de fósforo) No las verá nunca morir”.
El amor universal para José Ignacio, nunca pierde el fuego de su vida; el aliento de su hazaña.

M Heidegger:“Antes de la palabra y antes de la expresión, ¡Lo primero de todo siempre los fenómenos y luego los conceptos!
Podríamos decir con José Ignacio, que el mundo absorbe el lenguaje y lo devuelve en néctar característico.

Historia de Tertuliano Adorador Bonvivant Elibros

Estos son los pseudónimos de José Ignacio quien vive su vocación literaria, que ha sido en primer término una biografía acrisolada por la creatividad y la búsqueda de emociones constructivas, lo tenebroso y lo triste no ha podido eclipsar su moderado optimismo vital.El amor a su familia y a todos los que le rodean, sin ingenuidades y sin apartar la mirada de las miserias humanas, evitando el autoengaño, ha sido uno de los impulsos más fuertes de ya dilatada carrera literaria. La admiración por sus padres fue el cincel que labró su periplo literario más que la propia pluma. Su madre servicial, tierna, sacrificada y religiosa imprime un carácter por encima de todas las contingencias; su padre como árbol imbatible era sombra de protección y luz de ejemplo. La tierra “Poleñino” en Los Monegros es sustento, raíz de fuerza, equilibrio y permanencia de lo humano sobre lo contingente que pasa y perece. La memoria se convierte en obra literaria. Crear verdad es perfumar con el botafumeiro de las estampas literarias que no son espejismos inciertos si no la plenitud de lo vivido mejorada por el deseo de un mundmejor para todos y por la alquimia de los recursos lingüísticos y literarios como las eufonías pentavocálicas, que fertilizan las palabras que forman dando a la expresividad, como juego de palabras dentro de la palabra, una infinita plasticidad llena de proyectos como en Schlegel, Novalis, o nuestro Gracián. Pero la huida, el vitalismo y el sarcasmo no están ausentes de la obra de José Ignacio como se muestra en sus poemas “A un Cardo Borriquero” y “Beso a Beso”. El lenguaje en José Ignacio agrieta el orgullo por la fuerza de la sencillez, capaz de adecentar la vida.
Frente a la soledad destructiva está la soledad creativa y solidaria, purificadora, la soledad que sale a nuestro encuentro para buscar lo mejor del amor que dilata y une la experiencia humana.
Volviendo al meridiano de su libro, su literatura es como el plumaje de un faisán que no necesita volar para mostrar la riqueza de su cromatismo y de su infinita variedad de matices.La vida en las páginas de José Ignacio se deshace de sus espejismos por pura sencillez que ni aturde ni infantiliza, como ejemplo su poema a su tío Pepe (educador y maestro) donde expresa meridianamente la imbricación entre: el saber, la rectitud, el amor y el humor; la contemplación de la vida no es derrotista, es decorosa por amor al detalle.


En “LOS DÍAS QUE COMPARTIMOS JUNTOS” predomina el sentimiento cordial y no el efluvio romántico. Las ciencias nos permiten entender la vida pero se subordinan al amor (p. 32), pero éste es la corona de la vida concebida como “El mayor don y gracia”. El alma, en un éxtasis místico, aspirando a lo que se encuentra arriba a través de la amada como en la geometría celeste del amor en las esferas de “La Divina Comedia” de Dante, alcanza la permanencia de su propio querer. “Ella me hace comprender nuevas formas de vivir” es decir, se funda la vida en el amor para que la vida misma sea mejor vivida. El amor permite escalar a un nivel de plenitud donde la amada llega a comprender al que estaba esforzándose por entender la vida en la mirada perpetua a la mujer. En “Español” expresa la síntesis del deseo de una Nación mejor y más próspera dentro de un mundo más habitable para todos, el amor no es esquivo con la amplitud de horizontes terrenales o celestes. No excluye a nadie. El Eterno femenino es parte indispensable de la reconciliación cósmica y del corazón atribulado que en su propio verso permitirá: “recobrar el aliento” de nuestro feliz estar. “Lo principal de mi ser, a quien yo debo querer”, la mujer ya no es un esponjoso sentimiento etérico, es más bien fibra edificante que entrelaza el espíritu del hombre. El amor a la mujer nos reintegra y reconcilia con la naturaleza inhóspita o incomprensible. La devoción a la mujer representa una armonía antes no conocida por ello: “Quisiera cantar al pájaro que viera tu frescura” o “Beber contigo tu agua firmemente”.


El Gozo y la Risa son previos al pensar, el pesimista es un animal depravado que piensa mal, es el fruto amargo de la falta de felicidad o de la falsa felicidad que no conoce la dicha de la paz interior.
Por eso hay una pansimpatía, una solidaridad universal, que no es budista y sí acogedora y personalista donde sobrinos, compañeros y hombres son todos hermanos por la maternidad vivificante de “la alegría y la ternura”.

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