martes, 18 de noviembre de 2008

LITERATURA INFANTIL por Carmen Bandrés


LITERATURA INFANTIL por Carmen Bandrés Sánchez-Cruzat

El respeto al libro, como el respeto a toda creación, se basa en la sensibilidad y educación de los lectores. Cuando el libro se destina a los pequeños necesita, además, una labor previa para que la semilla no se pierda estéril sobre tierra yerma; una labor cuyo germen ha de implantarse en la más tierna infancia, la etapa ideal para crear buenos hábitos.

Es durante los primeros años cuando deben madurar las raíces primigenias que más tarde podrán sustentar el gran árbol del conocimiento; es también en la niñez cuando ha de establecerse la querencia hacia la letra impresa, fuente de sabiduría que nos hará más libres. Por ello, los libros dedicados a los niños han de ser concebidos y escritos teniendo en cuenta sus peculiaridades y la capacidad de asimilación de sus destinatarios; los escritores han de ser extremadamente conscientes de la gran responsabilidad que les incumbe en la formación o deformación de unos lectores que aún carecen de criterio para discernir y enjuiciar todo lo que han de encontrar en ese nuevo mundo al que les abrimos la puerta.

El niño es un proyecto de hombre cuyos gustos y preferencias están muy alejados del universo de los adultos… ¡Prohibido aburrirles! Tanto más, si tenemos en cuenta que, muy próxima, pérfida e insidiosa, la tentación se esconde al otro lado de una pantalla, gobernada por un mando a distancia o por ese horrible artilugio conocido como joystic, que devora sin atragantarse hora tras hora del ocio infantil. Los pequeños espectadores asisten hipnotizados al gran espectáculo de la imagen, vestida de hermosos colores, que apenas exige esfuerzo y que no demanda ni estimula la más fabulosa aptitud del niño: su imaginación.
Resulta difícil derribar a tan enorme gigante, pero nuestros ancestros descubrieron el arma más poderosa, tan vieja como el hombre, cuya eficacia todavía perdura en nuestros días. La alquimia del saber, reveló su piedra filosofal: ¡tan fácil como contar un cuento! Y desde los albores de la humanidad, madres y padres entusiastas narran bellas historias ante los ojos ilusionados de sus hijos, mostrándoles el camino para que un día sean ellos quienes creen sus propias historias o las vivan entre las páginas doradas de un libro.

El libro es la puerta de la imaginación. Esconde aventuras maravillosas y nos transporta a mundos soñados. Nos libera de la angustiosa soledad y forma nuestro criterio. Es un buen amigo, incapaz de traicionarnos… ¿Qué mejor regalo pueden ofrecer a la infancia quienes se dedican al difícil pero maravilloso oficio de escribir para niños?

*Publicado en la revista BARATARIA, nº23.

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